Filosofía de ministerio

¿Qué es la iglesia? ¿Por qué y para qué existe la iglesia? ¿Tiene sentido y es necesario pertenecer a una iglesia local? ¿Qué dirección debe tener una iglesia? A través de la filosofía de ministerio tratamos de responder estas y otras preguntas para establecer qué hacemos en la iglesia y por qué lo hacemos, y proveernos un camino para no salirnos de los principios que la Escritura enseña y que Dios quiere para Su iglesia.

La Palabra de Dios enseña tres propósitos por los que la iglesia existe y sobre los que se sostiene: Exaltar a Cristo, evangelizar al incrédulo, y edificar a los creyentes.

Exaltar a Cristo

Dios ha dado a Cristo la supremacía sobre todo. Cristo es el Creador, sustentador, y todas las cosas han sido hechas por medio de Él y para Él. Él tiene todo el poder y autoridad y es el único digno de recibir honra y gloria (1 Corintios 1:30-31; Colosenses 1:15-20; Filipenses 2:9-11; Efesios 1:6-14). El propósito final y principal de todo creyente es traer gloria a Dios con su vida. La esencia de la adoración se puede resumir en la entrega completa a Dios, tanto en hechos como en actitudes. Una adoración puntual no es adecuada. Es necesario una adoración integral en todos los aspectos de nuestra vida.

De la misma manera, la iglesia no existe para exaltar al hombre, o estar centrada en él, sino para exaltar a Cristo y darle la preeminencia. Creemos que todo lo que hacemos: reuniones, cultos, actividades, etc, deben tener siempre esta convicción en mente. (Efesios 1:6; 1 Pedro 2:5; Apocalipsis 5:19). Específicamente nuestra adoración está centrada en el valor y atributos de Dios en todo momento (Salmo 96:4, 34:3, 99:9, Isaías 6:1-9), y está basada en la verdad de Dios, Su Palabra. (Juan 4:23-24).

Evangelizar al incrédulo

El segundo propósito de la iglesia es la predicación del evangelio (1 Pedro 2:9; Mateo 28:18-20: Hechos 1:8). Dios ha redimido a la iglesia para ser “columna y baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:15). Dar a conocer la verdad de Dios, el evangelio de Cristo y defenderlo de las falsas enseñanzas es una de las tareas principales de la iglesia.

Además Dios ha decidido que sea la evangelización el medio a través del cual el Espíritu Santo regenera al creyente (Romanos 10:17; 1 Corintios 1:21b). Por tanto es un mandato que la iglesia no debe pasar por alto. Como representantes de Cristo somos llamados a ser heraldos de las buenas nuevas, para que  el mundo crea.

La evangelización surge como fruto de la adoración. Puesto que la iglesia está centrada en Dios y en su persona, y no en el hombre, fruto de esa adoración en espíritu y en verdad surgirá la verdadera evangelización. La iglesia no estará capacitada para evangelizar a menos que primero lo esté para adorar.

Edificar al creyente

La obra santificadora del Espíritu Santo en el creyente consiste en un proceso continuo de transformación a la imagen de Cristo (2 Corintios 3:18). La edificación del cuerpo de Cristo tiene como finalidad el conocimiento pleno de Jesucristo, para alcanzar la madurez cristiana (Efesios 4:1-13). Dios ha instituido la iglesia para cumplir también con este propósito en la vida del creyente. Por tanto, entendemos que la edificación del creyente es una tarea principal en el culto público y en todos los ministerios que desarrolla la iglesia. Es tarea de los líderes “enseñar a todos los hombres en toda sabiduría”, comunicando y afianzando las enseñanzas de las Escrituras para el crecimiento espiritual (Colosenses 1:28-29).

Entendemos que Dios es perfecto, soberano, santo y justo, (entre otras cualidades) y debemos exaltar y proclamar su nombre por encima de cualquier otra cosa. Tenemos un alto concepto de Dios y entendemos la iglesia en base a las Escrituras como teocéntrica y cristocéntrica (Colosenses 1:18) y en ningún caso antropocéntrica. La meta de nuestras vidas y para lo que fuimos creados es dar la gloria a Dios en todo y sobre todo. El alto concepto que tenemos de Dios se puede observar en:

  • Adoración integral: Una adoración puntual en las reuniones congregacionales no es adecuada. El creyente ha sido regenerado para dar gloria a Dios todos los días de la semana. Promovemos exaltar a Dios en todo lo que hacemos, comenzando por nuestra vida personal y familiar.
  • Enseñanza de los atributos de Dios: La enseñanza de las perfecciones de Dios, especialmente sus atributos comunicables, son una prioridad en la iglesia. Necesitamos ahondar en el conocimiento de Dios de tal manera que esto produzca en nuestras vidas reverencia y adoración genuina a su carácter inigualable.
  • Agradar a Dios: Nuestro propósito principal no es agradar a los hombres ni satisfacer sus deseos. Aunque buscamos estar en paz y ser amables con todos, las decisiones no se toman en base a los hombres sino con el fin de glorificar a Dios en todo (Gálatas 1:10).
  • Alabanza: La alabanza es un elemento importante de adoración (Efesios 5:19). Entendemos que el propósito de las canciones es glorificar y exaltar a Cristo. (Colosenses 3:16; Efesios. 5:19). En lugar de que las canciones estén centradas en el hombre, los sentimientos o las emociones humanas, buscamos la gloria de Dios a través de la proclamación de verdades bíblicas. De ahí, que la selección de canciones no se hace en base al estilo musical, aunque éste debe facilitar el canto congregacional, ni tampoco en base a modas del momento, sino que deben tener letras que expresen verdades bíblicamente correctas y exalten a Dios. Preferiblemente buscamos canciones compuestas por hermanos fieles al evangelio. También damos prioridad al canto congregacional por encima de la música, por lo que entendemos que las canciones que cantamos deben facilitarlo. Buscaremos cantar con emoción y devoción al Señor, pero sin manipular emocionalmente a la congregación.
  • Ofrenda: entendemos que uno de los elementos de la adoración es la participación comprometida en el sostenimiento del ministerio. No respondemos ante una tradición más sino que esperamos que el fruto de nuestra adoración se refleje también en la ofrenda voluntaria del creyente (2 Corintios 9:7-8). Es un acto de adoración a Dios.
  • Mesa del Señor: Este memorial en el que proclamamos mediante los símbolos del pan y el vino la muerte, resurrección y segunda venida de Cristo, nos recuerda que Cristo es central en el evangelio (Hechos 2:42). Entendemos que es una práctica que nos lleva a la reflexión interna del creyente y no se debe tomar a la ligera (1 Corintios 11:23-34). Este acto es para los miembros de la iglesia y para aquellos que nos visitan y están en comunión con sus respectivas iglesias.

Las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento son verbalmente y plenariamente inspiradas por Dios en sus escritos originales. Éstas no contienen error y no inducen al error, además de que son suficientes y el medio tanto para la salvación como para la santificación en el poder del Espíritu Santo (1 Pedro 1:23-2:2; Juan 17:17; 1 Tesalonicenses 1:5-6; Santiago 1:18; Salmo 19; Mateo 5:18; 2 Timoteo 3:15-17). La Palabra de Dios es todo lo que necesitamos para la vida y la piedad, por lo que no necesitamos la evaluación de nuestra cultura, opiniones personales, revelaciones ni pensamientos humanos o cualquier otra estrategia (2 Pedro 1:3; Colosenses 2:8). La primacía de la Palabra de Dios se refleja en:

  • Identidad y autoridad bíblica: No pertenecemos a ninguna denominación en particular, sino que somos independientes y autónomos. No fundamentamos las decisiones y dirección de la iglesia en base a una tradición, ni dependemos o estamos sujetos a los estatutos y normas de ninguna denominación concreta sino que nuestra autoridad final es la Palabra de Dios.
  • Predicación expositiva: La iglesia existe para ser columna y baluarte de la verdad (2 Timoteo 3:15). Conocer la verdad y proclamarla a través de la enseñanza y la exposición de la Palabra de Dios es la tarea principal en nuestras reuniones. Aunque la comunión, las oraciones y la alabanza son importantes, la exposición de las Escrituras será central en tiempo y forma. La congregación debe estar expuesta a la Palabra de Dios predicada ya sea para salvación o para santificación. (2 Timoteo 4:2). Entendemos que la predicación bíblica es expositiva (Nehemías 8:1-12; Mateo 5-7; Lucas 4:16; Hechos 2:14; 7; 8:26; 26:22; 1 Timoteo 4:13). Se estudiará el texto en profundidad siguiendo la hermenéutica histórico-gramatical, para después explicarlo y aplicarlo en su contexto bíblico (2 Timoteo 2:15). Por tanto la enseñanza bíblica en los diferentes contextos (cultos, estudios bíblicos, discipulados, jóvenes, niños, etc) siempre se caracterizará por ser de este modo porque es la base para la edificación de la iglesia y la salvación de los perdidos.
  • Lectura de la Palabra de Dios: Las Escrituras son poderosas para transformar la vida del incrédulo y la del creyente (Salmo 19:7-8), por eso fomentamos que cada creyente dedique tiempo personal para la lectura bíblica como base de su relación y conocimiento de Dios para crecer en semejanza a Cristo. Asimismo, la lectura pública tendrá lugar de algún modo en las diferentes las reuniones. Entendemos que la fe viene por oír la Palabra de Dios (Romanos 10:17), y además de ser un mandato (1 Timoteo 4:13), es útil para la edificación (2 Timoteo 3:16; Colosenses 1:28; 1 Pedro 2:1; Esdras 8:8).
  • Importancia de la doctrina: La doctrina es la aglutinación de las verdades bíblicas. Por ello, es indispensable tener una doctrina que emane directamente de las Escrituras. La doctrina es la base de la unión espiritual verdadera, y estamos llamados a preservarla y proclamarla (Efesios 4:1-6; 1 Timoteo 3:15; Judas 3; Tito 2:1).
  • Liderazgo bíblico: La Escritura enseña que Cristo es la cabeza y autoridad de la iglesia, el Príncipe de los pastores que gobierna y obra poderosamente para la edificación de Su iglesia (Efesios 1:22; Colosenses 1:28; 1 Pedro 5:4; Mateo 16:18). De la misma manera Dios llama a hombres piadosos que cumplen los requisitos bíblicos  para dirigir y guiar a la congregación local según principios bíblicos (1 Timoteo 3:7; Tito 1:5-9; Efesios 4:11). Los ancianos/pastores deben estar dedicados principalmente a la Palabra y la oración para poder alimentar, proteger, dirigir y cuidar a los miembros con su enseñanza y ejemplo (Hechos. 6:4; 1 Timoteo. 4:2; Hebreos 13:17; 1 Pedro 5:2). Los pastores existentes son los encargados de identificar a posibles candidatos varones (1 Timoteo 2:9-15), que tras un periodo de prueba y oración, serán comunicados a la congregación para que también ore y tenga la oportunidad de exponer a los pastores actuales su reconocimiento o posibles inconvenientes bíblicos.
  • Maestros cualificados: Los maestros que enseñan la Palabra de Dios han de ser equipados bajo la guía, enseñanza y supervisión de los pastores de la congregación (Hebreos 13:17). Además, han de estar preparados para trazar con precisión la Palabra de verdad, y predicar la sana doctrina conforme a la declaración de fe de la iglesia, teniendo en cuenta la responsabilidad que conlleva porque rendirán cuentas a Dios con mayor exigencia (2 Timoteo 2:15; Santiago 3:1). La mujer puede ejercer el ministerio de enseñanza en la iglesia entre los niños y otras mujeres, pero no sobre la iglesia (1 Timoteo 2:9-15). Todos aquellos que sirven en este ministerio han de ser miembros de la Iglesia y mantener buen testimonio.

Los creyentes estamos llamados a vivir vidas santas y no bajar los estándares de santidad bíblicos para equipararlos a los del mundo (1 Pedro 1:13-16). En lugar de amoldarnos al mundo buscamos ser transformados a semejanza de Cristo a medida que crecemos en su conocimiento y voluntad para nuestras vidas (Romanos 8:1-17; Romanos 12:1-2; Efesios 2:4-10). Todo creyente genuino dará fruto y crecerá espiritualmente. Entendemos que esto es una obra de Dios a medida que somos sometidos a la exposición y estudio personal de las Escrituras en el poder del Espíritu (Filipenses 1:6; 1 Pedro 2:1-2). Por ello buscar la santidad personal de cada creyente es un distintivo claro y que se hace evidente de diferentes maneras:

  • Servicio: Todo creyente buscará ser oidor de la Palabra y hacedor de ella para la gloria de Dios (Santiago 1:22-25). Por ello, entendemos que todo creyente debe ejercitar sus dones en la iglesia local principalmente (Efesios 4:12) como un privilegio, y se debe realizar con gozo, responsabilidad y excelencia, buscando la gloria de Dios, y el beneficio de su obra. El servicio se debe realizar sin doblez y en sometimiento al liderazgo de los ancianos.
  • Comunión unos con otros: Entendemos que las reuniones como iglesia son un elemento clave para el crecimiento espiritual y el desarrollo de la santidad personal. Somos llamados a estimularnos al amor a Dios y a los hermanos y practicar buenas obras (Hebreos 10:24-25). De la misma manera buscar y desear tiempos de comunión unos con otros en un mismo sentir en otros momentos fuera del culto público es una actitud que promovemos para crecer. Por ello animamos a que los creyentes aprovechen y busquen tiempos para compartir antes y después de las reuniones, así como practicar la hospitalidad entre los hermanos (Hebreos 13:2; Romanos 12:13) para ser ayudados unos a otros en nuestra santificación progresiva.
  • Discipulados: Entendemos que los discipulados contribuyen al crecimiento espiritual del creyente. Por tanto, como iglesia tratamos de proveerlos para que cada creyente esté involucrado al menos en alguno dependiendo de su edad (niños, jóvenes, adultos), género (hombre, mujer) y circunstancias de su vida (bautismo, noviazgo, matrimonio, crianza, etc.).
  • Cuidado pastoral: Los miembros de la iglesia deben velar en amor por el crecimiento mutuo en santidad (1 Pedro 1:16), representando a Cristo en el mundo. Por ello, deben reconocer, respetar y obedecer en amor a los ancianos establecidos por Dios (Hebreos 13:17; 1 Tesalonicenses 5:17), los cuales velan por sus almas, cuidan de su crecimiento en santificación, y llevan a cabo disciplina amorosa y restauradora (Gálatas 6:1) en caso de ser necesario. La disciplina bíblica busca restaurar en amor a un hermano que está en pecado, y si finalmente no se arrepiente, preservar el testimonio y el nombre del Señor y obedecer el mandato bíblico sobre estas conductas pecaminosas (Mateo 18:15-17; Gálatas 6:1; 1 Corintios 5; Tito 3:10; Romanos 16:17-18; 2 Tesalonicenses 3:6; 14-15; 2 Timoteo 3:5; 2 Juan 10-11).
  • Oración: además de ser un mandato bíblico (1 Tesalonicenses 5:17), descansamos y dependemos de Dios en todo lo que hacemos, mostrando nuestra incapacidad y la dependencia al Poder del Espíritu Santo. Es por eso que fomentamos que cada creyente tenga una relación personal de oración diaria con Dios para crecer en santidad. (Hch. 6:6; 13:2-3; cp. Lc. 2:37; 1 Ti. 5:5; Ap. 4:8, 10-11; Santiago 5:16).
  • Un concepto correcto del hombre: Entendemos que la Biblia describe al hombre como depravado totalmente, e incapaz de buscar y encontrar el bien espiritual y la verdad de Dios por sí mismo (Salmo 51; Romanos 1:18-32, 3:10-12; Efesios 2:1). Por tanto, en lugar de alimentar su autoestima y ego con mensajes de autocomplacencia, oramos que sea humillado delante de Dios, reconociendo su pequeñez y su pecado (Job 40:4; Salmo 8:4; Romanos 3:23).
  • Un evangelismo bíblico: Entendemos que el evangelio bíblico es aquel que está centrado en Cristo y no en el hombre. Cristo es central y fundamental para la salvación y la santificación del creyente, y por lo tanto a Él nosotros proclamamos y exaltamos (Colosenses 1:28; 2:6-7; Filipenses 2:9-11). El hombre sólo se puede acercar y reconciliar con Dios a través de su Hijo Jesucristo, Dios hecho hombre (Juan 14:6; Hechos 4:12; Romanos 5:1; 2 Corintios 5:17-21). Cristo vivió una vida sin pecado, murió en la cruz por nuestros pecados, fue sepultado, resucitó al tercer día, ascendió a los cielos y un día volverá (1 Corintios 15:3-4). No entendemos el evangelio como una decisión superficial, o una oración basada en emociones sentidas en un momento determinado. La regeneración espiritual es necesaria para salvación, entendiendo que no es obra del hombre sino de la voluntad soberana de Dios por Su gracia y para Su gloria (Santiago 1:18; Juan 1:12-13; 3:5-8; Efesios 2:1-3). La obra de Dios para salvación se manifiesta cuando una persona muestra arrepentimiento y fe en Cristo como Señor y Salvador, y como resultado inequívoco vive una vida transformada que produce fruto espiritual (Marcos 1:14-15; Efesios 2:8-10; Romanos 10:9; Gálatas 5:22-23).
  • Un estilo de vida evangelístico: Dios decidió salvar a los creyentes por la locura de la predicación o proclamación (1 Co. 1:21). Por tanto, es imprescindiblemente necesaria la proclamación del evangelio como medio para salvación. Por ello, no sólo en nuestros cultos públicos se predica el evangelio de Cristo, sino entendemos vital transmitir las buenas noticias de salvación a través de la proclamación personal a nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo, y cualquier persona, como un estilo de vida, acompañado del fruto del Espíritu de cada creyente en su campo de misión (Colosenses 4:5; 1 Tesalonicenses. 4:12).
  • Bautismos: El bautismo por inmersión es una ordenanza recibida de Cristo, que se realiza sobre aquellos salvados por gracia, por medio de la fe y que le siguen como sus discípulos (Mateo 28:18-20). Entendemos que todo creyente debe dar testimonio público de la fe (Hechos 2:38). Los pastores supervisan que realmente aquellos que quieren bautizarse han entendido el evangelio y los fundamentos de la fe cristiana mediante un discipulado previo.
  • Misiones: Nuestro deseo es que el evangelio alcance más allá de nuestra ciudad o región. Somos llamados a predicar las buenas nuevas de salvación a toda persona, en cualquier lugar, independientemente de su raza, edad, nación o clase social. (Gálatas 3:28) Por ello, en la medida en que tenemos oportunidad y posibilidad, oramos y apoyamos a hermanos doctrinalmente afines que se dedican a predicar y enseñar el evangelio en otros lugares, y buscamos formar a otros hermanos de la congregación con el fin de continuar la obra del ministerio entre nosotros y extender la obra a través de la plantación de nuevas iglesias según Dios disponga y llame (Mateo 28:18-20; Hechos 1:8).

Como hijos de Dios queremos obedecerle y darle gloria y honra sólo a Él. Para ello debemos acudir a Su Palabra. En ella encontramos Su voluntad revelada y lo que Él quiere de nosotros y de Su iglesia. Es por eso que hemos desarrollado la filosofía bíblica de ministerio, y hemos establecido en base a la Escritura cuales son los propósitos por los cuales la iglesia ha sido establecida aquí en la tierra, y los énfasis que debe tener en base a dichos propósitos, para de esta manera dar gloria a Dios en todo lo que hacemos (1 Corintios 10:31).

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