Si hiciésemos una encuesta en estas fechas, y preguntásemos masivamente cuál es la opinión que tienen las gentes acerca de la Navidad, seguro que nos encontraríamos con una amplia variedad de respuestas. Dejando a un lado a los Grinch, que “haberlos hailos”, los sentimentales dirán que la Navidad es la oportunidad de estar con los seres queridos. Los juerguistas resaltarán la ventaja de disfrutar de vacaciones y de buenas comidas. Los pragmáticos insistirán en aprovechar la plataforma de la Navidad como medio para una economía especialmente activa. Y la mayoría, niños y mayores, pensarán en ella, e inmediatamente se acordarán de los regalos.
Una de las figuras más importantes de toda la Biblia no celebraba la Navidad de la forma en la que nosotros lo hacemos hoy. No adornaba su salón ni escribía postales. No participaba de un intercambio de regalos ni se pondría un gorrito de papá Noel. Pero pocas personas como él nos han ayudado más y mejor a entender la maravilla de lo que nosotros llamamos Navidad. En su primera carta a su pupilo Timoteo, Pablo incluyó la siguiente afirmación: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15).
A simple vista no parece una declaración muy “navideña”. No hay pastores. No hay pesebre, ni tampoco ángeles cantores… Pero pocos textos en toda la Biblia sintetizan con tanta precisión qué es lo que conmemoramos en estas fechas. Todo ello por medio de tres claves que nos confirman la maravilla de la Navidad.
1. El protagonista
Existen numerosas páginas en internet en las que se ofrecen consejos a los padres, especialmente a los que caen bajo la categoría de primerizos, para ayudarles a ponerse de acuerdo con respecto a qué nombre darle a ese bebé que viene en camino. Sin embargo, José y María no tuvieron ninguna dificultad a la hora de decidir la mejor opción para el suyo. Porque su nombre ya estaba elegido desde mucho antes de que ellos o sus abuelos hubieran nacido. Incluso antes de que el lugar en el que nació existiese. Digo nombre, pero en realidad se trata de la combinación de un título y de un nombre. Un título, Cristo, que significa “el ungido”. Y un nombre, Jesús, que significa “salvador”. También en 1 Timoteo, Pablo se refiere a él como “El Salvador de todos los hombres, especialmente de los creyentes” (1 Timoteo 4:10).
La Navidad es maravillosa porque con ella recordamos la venida del Mesías prometido desde que el hombre es hombre; hablamos de la llegada del Rey anunciado desde los tiempos antiguos y a lo largo de la historia de la Revelación bíblica. Del nacimiento de “Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16).
2. Los hechos
Solamente en lo que va de año, y hasta la última vez que consulté el dato, habían nacido 129 millones de niños. Solamente en lo que va de día, y hasta la última vez que consulté el dato, habían nacido 180 mil niños. Más pequeños o más grandes. Con más pelo o con menos pelo. Niños que se suman a los millones y millones y millones que han venido saliendo del vientre de sus madres para vivir en el mundo a lo largo de la historia de la humanidad. Pero el que celebramos en estas fechas no es un nacimiento cualquiera. Porque quién siempre ha existido en forma de Dios, en un momento concreto, se introdujo en el tiempo y en el espacio, y lo hizo como un pequeño bebé:
“Cuando vino el cumplimiento del tiempo,
Dios envió a su hijo nacido de mujer, nacido bajo la ley”
(Gálatas 4:4)
En su partida de nacimiento figura la pequeña aldea de Belén como lugar de origen. Sin embargo, el alumbramiento de este Jesús tiene una proyección universal. Porque de tal manera amó Dios al mundo que envió a Su Hijo amado, para que todo aquel que en el crea no se pierda, sino que tenga vida eterna (Juan 3:16). La Navidad es maravillosa porque Cristo Jesús ha venido al mundo y como dice el viejo himno:
Sonó por fin la hora;
Ya vino el Redentor,
El mundo desde ahora
Sabrá lo que es amor.
3. Las implicaciones
El Hijo de Dios podría haber venido al mundo del mismo modo que una figura eminente visita un lugar desfavorecido. Quien después de interesarse un rato, luego de sacarse alguna foto aquí y allí, de hablar con unos y con otros, se marcha, y todo queda en un nebuloso recuerdo. Pero el texto dice que: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Se trata de una vocación extraordinaria, insólita y excepcional entre todas las vocaciones y ocupaciones posibles. Porque todos venimos al mundo, pero ninguno escogimos nacer. No elegimos vivir. No seleccionamos familia, ni lugar de nacimiento.
Y, sin embargo, este Cristo Jesús vino al mundo con un propósito absolutamente definido: salvar a los pecadores. Nosotros, los seres humanos, nos esforzamos cada día en base a nuestras habilidades y posibilidades con el fin de prosperar, de mejorar nuestra posición y vivir lo mejor y lo máximo posible. Pero este Cristo Jesús vino al mundo para morir como rescate por muchos (Mateo 20:28). Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Porque somos pecadores. Y la paga del pecado, dice la Escritura, es la muerte (Romanos 6:23).
Cristo Jesús vino al mundo porque ninguno podemos ir al Cielo. No tenemos la capacidad ni la habilidad de presentarnos delante de Dios. Pero Él se ha acercado a nosotros en la persona de Su Hijo. Y lo ha hecho para “buscar y salvar a los que se habían perdido” (Lucas 19:10). El que era sin pecado fue crucificado como un malhechor de la peor calaña. El que nunca desobedeció a Dios en ningún punto, derramó su sangre para borrar nuestras culpas y justificarnos delante de Su Santo Padre celestial. Y lo hizo cargando en él el pecado de todo aquel que cree.
Conclusión
No importa a cuántas comidas y cenas asistas en estos días, ni cuántos regalos recibas. No servirá de mucho visitar belenes o cantar villancicos como si no hubiera un mañana. Solamente aquellos que han recibido el perdón de sus pecados entenderán lo que es celebrar verdaderamente la Navidad. Porque, si todavía no te has visto libre de todas tus culpas, ésta, para ti, no dejará de ser una fiesta como otra cualquiera. Con la que te identificarás más o menos. En la que te involucrarás más o menos. Pero, si en este día, reconoces que tu vida no es lo que debería ser. Que no honras a Dios como deberías. Que no amas a Dios como deberías. Que no obedeces a Dios como deberías.
Si ese es el caso, no existe mejor ocasión que esta: ¡Busca a Dios mientras puede ser hallado! Arrepiéntete de tus pecados y cree en el evangelio (Marcos 1:15). Será entonces cuando descubras la maravilla de la Navidad a través de la persona y la obra de su protagonista, Jesucristo.